domingo, 25 de octubre de 2009

¡Se viene el Día de Muertos!

El otro día le regateaba panes de yuca a la Laura cuando el Juancho se aparece de quién sabe dónde y se propone a venderme una camisa de gala.
Ahora, como no me conocen, voy a tener que repetir mi código de conducta hacia los vendedores ambulantes de vestimenta formal:
1. No les saludo. Nada contra ellos, sino que, en este tipo de transacciones, me siento observado y, por consiguiente, sudo como idiota. El otro día, el Marlon me exigió un estrechón, y como con el Marlon no hay rodeos, le estreché. El muy hijo de perra tenía toda la palma llena de antitranspirante.
"Mi palma no es ningún receptáculo de Speed Stick."
"En eso se diferencia de las nalgas de tu Tía Magadalena."
Con razón sus pedos nos eran tan benignos.
2. No recibo sus tarjetas.
3. Me niego a ver las fotografías de sus sobrinos.
4. Nunca regateo. Este es el polémico. Cuando me vean malgenio me preguntan.

Ahora, tienen que considerar que mi clóset, hoy por hoy, está que arde. Mañana mismo muevo el calefón, pero todo vale para crear una buena metáfora. Tengo bufandas, saquillos, tirantes y dentaduras fosforescentes. Y hartas de esas, por si acaso. La cosa es que, cada vez que lo abro, se me cae la pila de sedas en el pecho. Quizás es por el calefón, pero cuando le pido a la Rosita que me guarde las guayaberas, se lleva para el sobrino. No tengo espacio para más ropa, plata para remodelaciones o corazón para teletones. Cuando la gente me quiere vender camisas en la calle, mi primer pensamiento es dónde la voy a guardar. Y entonces me despecho.
"Pero no, Toctex. Estas son deshechables."
Costaban lo mismo, eran de la misma calidad y venían con el mismo pañuelo de lluchas. Ahora, yo no soy ningún consumista ridículo para comprar ropa One Time Only, pero fue entonces que recordé los tachones con crayola del calendario de la sala y me di cuenta que estábamos a una semana del Día de Muertos. ¡Yu-ju!
Como habrán sospechado, la compra exitosa de la camisa callejera es sólo una intro a un segmento mucho menos longevo pero mucho más intenso: Mi Primer Pegue Necrófilo. Como, vieron, me gustan los numeritos, voy a enumerar los hechos en cronología impersonal. Hasta pronto!

MI PRIMER PEGUE NECRÓFILO
2 De Noviembre, 1959

1. Armando "el Bloquezazo" Paredes me invita al campeonato de indoor de su hermana, la Loba. Cuando hacía luna llena, sus presas aullaban sofocadas por sus axilas-no-tan-lampiñas.
2. Acepto, por supuesto.
3. ¿Se han imaginado como es emborracharse, duro, al frente de un camposanto?
4. La Loba pierde y sacamos el aguardiente.
5. Estoy increíblemente sobrio. No me gusta. Llamo a mis compañeros de medicina para profanar tumbas, ya que estamos al paso. Ellos dicen que igual necesitan hacer un Power Point sobre Costillas.
6. ¿Qué mierda es un Power Point?
7. Le desentierro, pues, a la Doña Inés Hortencia, la bisabuela del Marlon. Nada personal loco.
8. El aguardiente toma efecto y la Inecita se deja coger la pierna. Aparentemente está recién muertita. Cuando me amarro los pelos al cuello, así bien duro, me coge un calorcito.
9. Ahora bielas, y, en un rato, la disco. Le pongo lentejuelitas en la pelvis y una chalina en los omoplatos. No está radiante, pero está blanquita.
10. Rompe, rompe, rompe. No le gusta el perreo al principio, pero creo que le gusto yo. Eran sus primeros pechos zucos en tiempos, por lo que su confusión está más que justificada.
11. Así que shh, shh, nadie lo sabrá. "Ni que importara", me dice. Me harto de su falta de ganas en la pista de baila y ella se harta de mi pudor. Me coge de las manos, me lleva a una de las sillas para uno y me susurra cómo es la luz al final del túnel.
12. Le agarro feo y le arranco uno de los brazos. "No te preocupes, mi amor, que estás mejor que todas tus primas leprosas." Ella está encantada, aún incompleta.
13. Censurado.
14. Censurado.
15. Luna llena. Pánico en la disco, aparentemente. Tremendo traspiés para nuestra relación. Dice que se tiene que ir y le pregunto cómo. No le gusta mi tono de voz.
16. Da lo mismo, la Loba igual la aniquila a punti mordidas. Estoy a punto de defenderla, pero el cabello axilar me es una barrera impenetrable. Es decir, no, pero tampoco estoy tan enfermo.
17. Me reencuentro con mis amigos de medicina, que tienen todas las costillas en un bolso y tremendas féminas a cada brazo. Les tengo un poco de pena, para serles sincero.
18. Cuando llego a casa, tengo un ligero desazón. Estaba claro que la Inés había sido bien puta, pero también una pésima bailarina. No me voy a despechar, no me voy a despechar, no me voy a despechar.
19. Para un tiempo las primas leprosas han de estar añejaditas. ¿5 décadas, será? Pega.
20. Feo ese comentario. No habrá como la Inecita.


Te extraño.

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